Las burras jóvenes protegen al ganado como si de su propia familia se tratara. Ante un ataque, en vez de correr aterrorizadas se enfrentan valientemente a los lobos soltándoles coces a diestro y siniestro. Y es esta dura reacción defensiva la que convence a los cánidos para buscar una presa menos arriesgada, fuera del alcance de sus fuertes pezuñas.
Además, ante el ataque las burras rebuznan alarmadas con fuerza inusitada, alertando así del peligro a los ganaderos.
Es lo que podríamos llamar lucha biológica contra el lobo, al fin y al cabo el modelo que los ganaderos han venido utilizando con éxito durante siglos, antes de que se enzarzaran en subvenciones, ponzoñas y escopetas.
Éste método es utilizado por una organización de protección de animales carnívoros en África para evitar el ataque de leopardos y guepardos.